Las Quebradas, Tures. 17 de marzo de 1963
Es tarde ya y sobre la quebrada Tierra Blanca se empieza a tender un manto oscuro que abraza la espesura de las laderas adornadas con tacacales en los troncos de guarumo y la alfombra de hojas secas y chumicos se pierde de vista escoltada por el gorgoreo de las ranas bajo el puente.
_ ¿De donde salió eso del Puente del Gallo? _le pregunté a Ricardo Vargas mientras de un brinco me subí a su carreta cuando la llevaba cuesta abajo.
_ Diay muchacho, me asustaste ¿nunca escuchaste el canto del gallo del Viernes Santo?
_ Yo no ¿pero que tendría de raro escuchar un gallo en Semana Santa?
_ Nada extraño tendría si se escuchara el gallo a sus horas, pero cuando suena la melodía del consorte de las gallinas un día tan sagrado y a las tres de la tarde de verdad que queda uno con la paja tras la oreja.
Don Ricardo detuvo la marcha de los bueyes sobre el arco de argamasa del puente y haciendo un gesto con su cabeza refiriéndose a una poza cercana me dijo:
_ Más o menos desde ahí se empieza a escuchar el canto del gallo, casi debajo del puente.
_ ¿de verdad?
_ Claro muchacho, mi tata decía que era para recordarle a la gente que pasa por aquí cada Viernes Santo que hay un Dios Todopoderoso.
_ ¡Bueno, debe ser bonito escuchar un recordatorio del cielo!
_ Sí, pero hay cosas que uno no se puede explicar, a Victor Zúñiga una vez si lo asustaron.
_ ¡Ahora si ya me puso a pensar!, yo que paso por aquí a deshoras cuando vengo de La Saca.
_ Cuenta Victor que una vez que vino del lado de La Rinconada a arrear las vacas, como a las seis de la tarde, vio algo que lo hizo santiguarse y rezar un Ave María.
Cuando venía cruzando por la mitad del puente, de pronto, se iluminó el camino y solo alcanzó a ver una tinaja llenititica de plata.
_ ¿Plata? ¿así como monedas?
_ Si pero monedas de plata de antes, esas si eran de plata legítima, como las que traían los españoles.
_ ¡Pero eso si esta como para salir corriendo y olvidarse de las vacas!.
_ Cualquier otro si hubiera caído en cruz, pero Victor no le tenía miedo a nada.
_ De verdad que hay que ser muy valeroso para mantener la calma en un momento así.
_ Victor, cuando vio aquella aparición, solo atinó a decir “si es plata conmigo y si son promesas con otro”.
_ De verdad que ese señor no nació el día de los temblores.
¿y qué pasó? ¿Quedó con plata el mentado Victor?
_ Mirá, pues el final de la historia contrasta mucho con la valentía de Victor Zúñiga, al ánima en cuestión seguro lo dejaron pegado de este lado con una promesa incumplida porque acto seguido de las palabras del valiente campesino aquella tinaja que brillaba como la luna llena desapareció como llegó; sin dejar rastro alguno.
En medio de aquella entretenida conversación se escuchó la sexta campanada de la iglesia de San Isidro, se me aceleró el corazón y Ricardo Vargas apuró la marcha de sus animales.
Cuando llegamos a la calle, ya de noche, me despedí y en el bajo del Puente del Gallo retumbó el canto de cuyeo.
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